1.- Permitir que los niños se arriesguen: el punto del liderazgo es dotar a los jóvenes a que hagan actividades sin ayuda.
2.- Dejar que encuentre soluciones por su cuenta, ya que así aprenderá a diversificar sus recursos para enfrentar dificultades.
3.- Motivar sin demostrar entusiasmo con facilidad: educar es un ejercicio de equilibrio entre ser sensible y ser exigente. De lo contrario, el niño no se sentirá cómodo al afrontar un fracaso o una tarea difícil.
4.- Evitar recompensar materiales por cada logro que obtenga. El objetivo es que, por un verdadero esfuerzo, el niño pueda experimentar motivación intrínseca y amor incondicional de sus padres.
5.- Contarles tanto las victorias como los fracasos que uno vivió. De ese modo, se les demuestra la manera de enfrentar los problemas y las lecciones aprendidas.
6.- No confundir inteligencia, talento e influencia con madurez. Un niño, por más talentoso que sea, tendrá sólo las capacidades y necesidades tanto físicas como emocionales de un niño.
7.- Predicar con el ejemplo.
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